domingo, 30 de agosto de 2015

Cambio de ubicación de un mosaico de la Agonía y las Penas.

La feliz reforma de la fachada de la iglesia de San Julian, sede de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga, ha generado una nueva estampa de la misma, a lo que se le une la desaparición del eterno solar que había frente a la puerta principal de este añejo templo.

El ladrillo visto pintado destaca sobremanera en el paramento, desapareciendo los añadidos de la pared, con la excepción de un tablón de anuncios cerámico y un pequeño anagrama pictórico, que recuerda la presencia de la corporación del manto de flores durante varias décadas en dicho enclave.

No obstante la decisión más polémica es, sin duda, el cambio de ubicación del magnífico retablo cerámico de la Agonía y las Penas que había en la fachada, adosado con un bastidor metálico, y que fue bendecido con todos los honores, incluida banda de música, en la Cuaresma. 2008.


Se trata de una imponente obra de los hornos sevillanos de Ruiz Gil, que así describimos en el libro de los mosaicos de Málaga.


La cofradía de las Penas cambió recientemente de sede canónica tras más de cuatro décadas de estancia en la iglesia de San Julián, trasladándose a un flamante oratorio en el entorno de Pozos Dulces.  Fueron  años de vivencias en el antiguo hospital, emblemático espacio al que con posterioridad se incorporó la Agrupación de Cofradías, convirtiéndolo en casa su oficial y museo.  Por ello, la fraternidad quiso dejar constancia de su presencia con un mosaico en el que apareciesen el Crucificado de la Agonía y la Virgen del manto de flores, representando un inédito Stabat Mater. A esa iniciativa se sumó la Agrupación, que fue la que finalmente sufragó la hechura de la obra. 


El párroco de los Mártires, Federico Cortés,  bendijo este azulejo el sábado 26 de octubre de 2008, en presencia de muchos hermanos mayores y cofrades en general, en un acto  amenizado por la Banda Municipal de Málaga. El retablo es de los de mayor dimensión de la ciudad ya que alcanza los 3,30 x 1,65 m, y viene montado en una estructura metálica, que con el tiempo y el peso han abombado ligeramente algunas placas, circunstancia apreciable al ubicarnos en la base del mural. Los bastidores son poco recomendables en trabajos de gran formato, ya que los cambios de temperatura y las dilataciones del metal aceleran la fijación al mismo. Además, en este caso la práctica es innecesaria al coincidir la propiedad del edificio y la del vidriado. La iluminación proviene de dos cirios simulados con luz eléctrica sobre una fachada que necesita una restauración. 



La autoría se debe al taller de Ruiz Gil, en Sevilla, firma que aparece en un elegante pergamino sito en la parte inferior junto a los escudos de la Agrupación y de la Cofradía, siendo la primera obra de dicho taller para Málaga.  La novedad de este alfar vino avalada por la calidad del zócalo realizado para una capilla de la hermandad de San Benito en Sevilla. Asimismo este horno ha ejecutado la decoración de las tabicas de la escalera de acceso de la Sala Capitular de San Julián.   


Destaca la oposición entre los primeros planos de las tallas, con un minucioso trabajo pictórico en la definición de los rostros o el paño de pureza del Cristo, frente al paisaje y el fondo celestial. El nublado se va tornando en un atardecer anaranjado y rojizo, que más abajo vira hacia ocres y verdes terrestres.  La orla, sobre base verde, repite un modelo poco habitual, de gran similitud con la del Cristo de San Pedro de Sanlúcar la Mayor (Sevilla), centrándose en una sola hilera de azulejos. Este lienzo vidriado se presenta como  una composición sumamente vertical, donde los pies del Señor reposan sobre la presea mariana e incluso se atisban entre la filigrana del canasto. En la parte inferior aparece una leyenda alusiva en un cuidado texto sobre fondo blanco.


   Estamos ante una novedosa aportación a la retablística cerámica local, tanto por su ubicación estratégica, gran formato, contenido histórico, así como calidad de ejecución con el tratamiento de la pintura al agua por parte de este maestro, experto en los reflejos metálicos de los azulejos.



Con la reforma del edificio esta obra pasa al interior de las dependencias de San Julian, justo frente al espacio donde se hallaba la entrada a la sede de esta corporación en un pasillo que ahoga en demasía el mural, que así pierde su concepción inicial de ser visionado a una altura y distancias concretas. Además, el texto que acompaña al mural alude al lugar concreto de "esta iglesia" por lo que no tendría sentido una ubicación distinta.  Así, un cambio que desvirtúa su concepción artística, sus perspectivas, con una iluminación lateral más que discutible y una extrema cercanía al espectador, quizá única solución ante la decisión más que discutible de dejar expedita la fachada, en este caso con un elemento añadido de quita y pon por el bastidor.

Mi sugerencia es bien clara, restituirlo a su posición inicial para que siga encuandrando el paso de las procesiones y sobre todo para que rompa la linealidad y monotonía de una fachada histórica.  

   

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