miércoles, 19 de agosto de 2020

Planes A, B ó C.

 

Sentado hace unas semanas en la parroquia del Corpus Christi frente al trono varado de la Virgen del Carmen de Pedregalejo, observaba cómo los cofrades marengos han afrontado con buena cara y mejor actitud este reto de la pandemia, y lo mismo se podría decir del resto de cármenes locales:  Guardias de seguridad, control de aparcamientos, toma de temperatura a la entrada, hidrogel, toallitas, recordatorio del uso de mascarillas, indicaciones de ruta a seguir en el interior del templo, distancia de seguridad, fondo musical, pantallas de videos con la procesión de otros años, control y seguimiento de voluntarios, y un largo etcétera, que quizá sea algo parecido a lo que viviremos en la Cuaresma y Semana Santa de 2021.


No es por ser agoreros pero pintan bastos para el año próximo. Hasta que no se descubra, patente, fabrique, comercialice y distribuya masivamente una vacuna fiable, y parece que no será en unas pocas semanas ni meses,  hay una serie de realidades de proyección en la vía pública, como manifestaciones, concentraciones, pruebas deportivas populares o procesiones de pasión o gloria, que quedan condenadas al ostracismo.  Parece que nadie quiere ponerle el cascabel al gato, nadie quiere dar malas noticias,  pero para qué vamos a engañarnos, ya que  seguramente no podrá haber procesiones con libre acceso de personas en algún tiempo, quizá uno o dos años (aunque me gustaría equivocarme).

El goteo de las cancelaciones avanza lento pero inexorable. Ahora toca el septiembre de las Patronas y Glorias, o el otoño de los Rosarios múltiples, hasta llegar a diciembre con el sonido de campanilleros de la virgen de los Remedios, subiendo calle Larios, que tampoco este año vivirá el masificado espectáculo musical de las luces pontanesas.

Insisto, pintan bastos, y de nuevo me repito en lo de que la crisis es una oportunidad. La Agrupación de Cofradías se enfrenta a un reto histórico en este Centenario,  en el que sólo podrá realizar eventos seguros y con menos proyección, y obviamente con mucho menos presupuesto. No vale dejar pasar el tiempo, ya que lo inexorable y evidente se ve venir. Los hechos y la Providencia aconsejan que no haya procesión extraordinaria, ni fastos suntuosos (palabra tan agrupacionista en las década de los 20, porque la de los 30 nos la robaron) y quizá todo quede en cultos extraordinarios, conferencias, mesas redondas, y alguna que otra publicación o exposición más o menos controlada.


Por otro lado este nuevo escenario, estos posibles planes B ó C, deben estar claros en este último trimestre. La inexistencia de procesiones a la manera habitual influye sobremanera en los balances de ingresos y gastos. Las entradas dinerarias van a ser mucho menores en las arcas cofrades, y asimismo, los gastos pueden depurarse, con grandes perjudicados si no hay cortejos, como músicos, cerería y floristería, sastrería, imprentas, y artesanías en general.

El caso de las glorias o las hermandades o grupos de vísperas es distinto porque están acostumbradas a vivir en una continua crisis. En Málaga, a diferencia de otras capitales hermanas el reparto de beneficios por la venta de localidades, la mal llamada subvención, no da opción alguna a las corporaciones que no transitan ante las sillas de pago. De ahí que los presupuestos se basen en esa realidad. Pero además, la crisis afecta más duramente porque no ha habido o habrá ferias, cruces de mayo, barras de final de curso, excursiones, verbenas, veladillas, festivales, etc., e incluso se vaticina una menor venta de loterías u otros sorteos y lo mismo puede ocurrir en la recaudación por cuotas de hermanos.  


En el caso de las agrupadas, no contar con un fijo por pasar por la sillas de unos 20 mil euros anuales, o 40 mil en un bienio, puede suponer una tremenda sangría que podría afectar en algunos casos al pago de las hipotecas de las casas hermandad, que quizá haya que renegociar con los bancos, como le ha pasado a miles de familias, autónomos o empresarios motivado por el confinamiento. No sería extraño leer la noticia de que una hermandad se declare en quiebra o presente concurso de acreedores. El mundo cofrade como entidad viva que es, y fiel reflejo de la sociedad, no queda exento de ello y es un escenario más que posible, tanto en capitales de provincia como en formatos más pequeños, en miles de pueblos donde parte de la nómina de hermanos reside en capitales y retorna por unos días.



Ahora, más que nunca, puede comprenderse esa crítica de la burbuja inmobiliaria de las casas hermandad y cómo a veces la cesión municipal de unos terreros para construir una faraónica sede puede ser un regalo envenenado y fuera de la realidad para un colectivo fluctuante de no más de 800 o 1.000 personas y al que le puede fallar su principal fuente de financiación, como por desgracia puede suceder.

 

¿Y qué podemos hacer los cofrades ante este panorama?

Ante todo, no caer en el pesimismo ni en las lamentaciones, y menos aún, dejarlo todo para última hora, para febrero. Hay que ser consecuentes y valientes y tomar una decisión a los sumo en octubre o noviembre. No se pueden cobrar unos abonos de sillas o unos puestos de salida con esta incertidumbre. Subir la cuota de hermano de una manera significativa tampoco creo que sea la solución en momentos de crisis.

Considero que hay que reducir gastos al mínimo, y ofrecer para 2021 a los hermanos, cofrades, malagueños en general y turistas (los que vengan) un producto cofrade de referencia innovador, seguro, asequible y original.

Esos planes B ó C pasan por varias realidades que sirvan para que no crezca la desafectación o la desidia tan propia del malagueño con las cuestiones autóctonas.  La Semana Santa sin procesiones del 2021 podría ser la de una exposición histórica de todos los tronos en las casas-hermandad, parroquias u otros espacios habilitados. El centenar de tronos de cristos y vírgenes (agrupados o no) podrían quedar expuesto para su veneración y visita por propios y extraños en un amplísimo horario en una ruta por toda la ciudad, de este a oeste y de norte a sur, algo así como un besamanos o besapiés magno, modelo que seguro se toma en cuenta en muchas localidades. Claro está ello hay que coordinarlo con los cultos habituales de los templos y con las lógicas medidas de control y seguridad. Sin duda todo un reto que pueda asimilar la visita de decenas o centenares de miles de personas sin que se produzcan insufribles colas.


En esta muestra, la Catedral cumpliría un papel central, así como en los posibles cultos internos con imágenes portadas en andas (como ya se ha verificado con la celebración del Corpus Christi), con control de aforo de público sentado, en templos espaciosos como Santo Domingo, San José Obrero, la Trinidad, San Pablo, el Corpus,  el Carmen, etc. y otros en los que sea posible por sus dimensiones, y lógicamente todo ello con la debida proyección exponencial a través de los medios de comunicación.

Por tanto existen planes B, que no serían premios de consolación sino un nuevo enfoque ante una realidad tozuda que aleja los titulares del gran público, pero que proporciona opciones de una nueva dimensión del fenómeno cofrade, enfocado en especial a los más jóvenes ante las interrogaciones que puede provocar en años venideros.

Otro escenario sería aquel deseado de una situación mejorada o de una vacuna recién implantada o en proceso que pudiese permitir, si lo dictaminase la autoridad competente, la opción de procesiones con una serie de requisitos concretos. En este formato entraría en cuenta la valoración de las hermandades si deciden salir y correr el riesgo o si optan por la prudencia de quedarse en los templos. Sería algo parecido a un día nublado con predicciones más o menos variables de lluvia. En este modelo las vísperas tienen más libertad de acción que el conjunto de agrupadas que tomarían una decisión seguramente colegiada.


Cuestión aparte es el de la zona oficial, de la que tanto hemos hablado por activa y pasiva, en la que la aplicación de una posible distancia de seguridad entre los abonados, la hace inviable en un recorrido de múltiples curvas. Eso sí, en esta casuística Málaga cuenta con una nueva variable: la línea recta que va desde la Fuente de las Tres Gracias a la Rotonda del Marqués de Larios, gran espacio en amplitud que sí daría más juego en este futurible. 

Los cofrades no podemos ser marionetas de políticos mediocres que nos consideran un reclamo turístico. Toca ser determinantes y actuar con valentía, siempre en coordinación con Palacio, y dejar bien claro que no pasa nada si no procesionamos algún año más por nuestras calles y plazas. Eso mismo se vivió en el primer lustro de la década de los 30, aunque el contexto difiere en muchos parámetros. 


Todos a una, los cofrades de Pasión (agrupados o no) y los de Gloria debemos ir de la mano en este reto. Somos un pilar vertebrador de la ciudad, somos 5 siglos de historia y un siglo agrupados, y ningún virus va a poder con nuestro bosque de capirotes. En homenaje a los fundadores de la Agrupación en 1921 debemos dar lo mejor de nosotros, debemos estar a la altura en nuestra triple encomienda evangélica de culto, formación y labor social.  Ahora toca reinventar el culto y echar el resto en la ayuda caritativa. Es tiempo de valientes y audaces. Oído campana que comienza el tirón más difícil, la doble curva del virus que todos vamos a derrotar metiendo el hombro cuesta arriba. No vale tangarse.