La noche del 31 de octubre, el jalouin, nos mostró dos rostros distintos de la Muerte, con mayúsculas. Esa que más tarde o temprano, esperemos que lo primero, nos visitará a todos.
Hay un rostro de mercromina, de risa forzada, de disfraz comprado en un chino, de cara destrozada, de trabajo de maquillaje con sutura de puntos que parecen hechas por un sanitario con párkinson. Ese rostro copó la calle Larios y adyacentes ya que muchos que no se disfrazan por Carnaval , secular tradición europea, sí lo hacen con el Don Carnal otoñal. Curioso y digno de estudio. Los unos y los otros se metían en el papel, y esto ya no es sólo una fiesta de niños, sino de jóvenes y no tan jóvenes, muchos de los cuales, según nos comentan, aprovechan para ligar un poquito e intentar dar un bocado en la yugular, al más auténtico estilo draculino.
Luego está el otro rostro, la Muerte como realidad y tránsito hacia la otra vida tras la Resurrección. Así lo vimos en el Yacente de la Piedad, que procesionó de regreso desde San Julián hasta el Molinillo. Escena la de la Piedad que proviene de los grabados que congelaban el momento en que las madres sacaban a sus hijos muertos a las puertas de sus casas, durante las epidemias de peste centroeuropeas. De ahí paso al imaginario artístico y devocional de las Piedades o las Angustias.
Fue curioso ver cómo algunos jalouianos quedaban atónitos al ver el discurrir del San Juan de las Penas o de la Piedad, dejando por unos minutos su representación, que casi parecía obscena, ya que hay sangres y sangres, y la que emana de las llagas del Cristo de Palma (pese a ser policromada) dejaba en un tercer plano los trabajos de maquillaje tan en boga. Una vez más, las cofradías sobredimensionaron su sentido de catequesis callejera, en esta ocasión ante un akelarre negro y lúdico, fruto de una sociedad cosmopolita, en la que gracia a Dios vivimos, en la que cada uno es libre de hacer de su capa un sayo, y capas negras draculinas se vieron ayer por doquier, aunque prefiero las que bajan cada Viernes Santo por calle Alderete.
Como dice un amigo, con este de la globalización ya mismo habrá una hermandad rociera en Manhatan o una corporación de vísperas en algún barrio obrero de Moscú. Quizá, Nuestra Señora de las Nieves. Al tiempo.
Hoy le tocaba el turno al rosario del Carmen del Perchel. Campanas que suenan a difunto, pero ya los trajes están en los armarios, aunque algún disfraz despistado aún pululaba por ahí. Unos cordobeses salían del metro en calle Cuarteles y me preguntaban dónde estaba calle Larios. Les indiqué la ruta, pero les dije que en pocos minutos salía la Virgen del Carmen. Llevaban una niña disfrazada de bruja, y la mujer dijo, Paco, con la niña de bruja no vamos a la procesión. Increíble y admirable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario