Casi todos los malagueños nos hemos dado una vuelta por el Muelle 1, y lógicamente surgen las dudas de si aquella zona va a ser un referente comercial diario, con las ventajas e inconvenientes que tiene estar en primera línea de puerto, algo distante del centro. Tal vez la clave radique en la gratuidad o no de los aparcamientos y en la oferta comercial más o menos novedosa.
Pues bien, paseando por el adoquinado, que parece hecho a conciencia para que el viandante vaya despacio, llama la atención la Capilla del Puerto. Los asiduos a la zona la conocemos bastante bien, pero para muchos es toda una sorpresa y así lo denotan las conversaciones de la gente que se paraba allí a observarla, con sus aspecto sólido y militar, como de otros tiempos, más aún cuando desde el Paseo de la Farola jugaba al despiste al verse sólo en su parte posterior y a otro nivel.
Data de 1732, que se dice pronto, y en 1975 fue trasladada de un emplazamiento previo piedra a piedra, gracias a la iniciativa del arquitecto Enrique Atencia. O sea, un espacio con un valor histórico, arquitectónico y religioso que por manos del destino se ha visto rodeada de comercios con pretensiones y con paso diario de miles de personas.
Pues bien, te asomas por los sucios cristales y el interior parece de película de miedo. Aquí tienen la foto.
Polvorientas flores de tela, sillas viejas y sucias, suelo desgastado, desorden, candelabros sin uso. Parece que han entrado a robar.
Me cuenta un buen amigo, cofrade y trabajador portuario, que la capilla es propiedad del Puerto y que está cedida a la Asociación Stella Maris, pero que su actividad es casi nula y de ello es ejemplo la capilla, y no es de justificación que haya habido obras en el entorno, incluida una pintada histórica y una ventana cegada con ladrillos de obra.
¿Qué se podía hacer con la capilla?
De entrada, ponerla en valor, añadirle la campana desaparecida, colocar unos carteles indicativos del edificio y que tanto Puerto como Obispado se pongan de acuerdo para convertirla en un lugar digno de culto diario, una capilla callejera donde podamos pararnos y entrar, observando un edificio militar con un buen mobiliario y decoración y una talla de calidad de la Virgen del Carmen o de la Purísima Concepción que es a quien está dedicada .
No creo que sea cuestión de grandes inversiones, sólo con un mínimo de sensibilidad y sentido común podemos lograr un rincón agradable, más aún con los naranjos que se han plantado a la puerta y un pequeño espacio con agua que alude a su antigua cercanía al mar.
A quien corresponda que mueva fichas. Mientras tanto, día tras día, cualquiera que meta la nariz hasta el cristal y veo el patético interior se llevará una mala imagen del puerto y sobre todo de la Iglesia como institución ya que la ciudadanía (más aún los de fuera) no tienen por qué saber a quién pertenece la capilla y pensarán en el abandono en una ciudad que presume de cuidar sus templos como la que más.
Mi visión cofrade me dice que una hermandad del Carmen tendría aquí una magnífica acogida y que aquello estaría casi seguro como los chorros del oro. e idem de lo mismo con una talla pasionista. El lugar ha multiplicado por mil su valor y hay que estar atentos ante esta oportunidad por parte de todos. Málaga no se merece una capilla así. No están los tiempos como para que el turista tenga que limpiar el polvoriento cristal. Su reinaguración sería una magnífica noticia. Esperemos que no haya que esperar mucho.
Ahí queda la sugerencia.
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