Hasta la bandera estaba la Plaza de la Aduana y Alcazabilla para ver salir el trono grande (como diría algún periodista) de la Virgen de los Dolores Coronada. Impresionante expectación, con propios y foráneos venidos de todos los rincones andaluces. Caras de asombro al ver salir la inmensa mole de orfebrería, el galeón de plata conducido por 250 hombres. Unos cordobeses no sabían si observar el vaiven del palio o las barrocas cabezas de varal, abrazadas exageradamente por el portador A1, que parecía llevar él solo el trono. Alucinantes sones de la banda CC y TT de la Esperanza, y sobrecogedor sonido de la campana del trono, que expandía su eco por toda la ciudad. Málaga cofrade en estado puro. La esencia local de cómo interpretar artísticamente un trono de Virgen. Proporciones únicas, ya que aquí somos distintos al resto, y así María va a otra altura, bajo otra disposición de barras de palio, más atrás en las andas, y con un manto que acoge a todos los hijos que la portan. Las cámaras echaban continuos fogonazos de flash, que hacía aún más, brillar el metal plateado. Colores imposibles de la Virgen del Pilar del frontal al pararse ante algún semáforo, que inútil en esos momentos, seguía con su sinfonía de colores rojos, verdes y amarillos.
El centro, abarrotado. Los comercios no daban abasto, algo que siempre se agradece. Hasta en algunos bares, que de habitual están vacíos, no cabía un alfiler. Como siempre, las cofradías y su labor social directa e indirecta.
Durante la primera hora y media fue prácticamente imposible moverse con facilidad. No había espacio en Císter, los jardines de la Catedral o Molina Lario. Pocas veces (con excepción del Jueves Santo) se ha visto tantas personas viendo una procesión en el centro de la ciudad. Luego, por fortuna, corrió más el aire y hubo más movilidad, ya que, además, se salió a zonas más abiertas como la Alameda o el Perchel. La banda de la Expiración parecía un dvd andante acompasando el caminar del trono, con un ritmo agradecido pero con las necesarias paradas para recuperar fuerzas.
Estampas para la historia como la fuente de la Plaza y su chorrito de agua que caía simbólicamente sobre el palio, al igual que las petaladas que convirtieron los alrededores de Atarazanas en una zona nevada.
Más tarde, se revivió la única ventaja de padecer un río sin agua, viendo el trono desde abajo, antes de andentrarse en su barrio, y en especial en calle Ancha, que hizo honor a su nombre acogiendo los 8 varales del trono de acera a acera. Papelillos y colgaduras daban la recibida al barrio en un ingente trabajo de cofrades de pro, tanto para montar como para recoger esta infraestructura efímera pero efectista.
Curiosa ida y vuelta por calle Ancha, con parón de la comitiva en Plaza de Toros Vieja, donde los más pequeños aprovecharon para descansar y recobrar fuerzas tras la larga caminata.
En resumen, una noche para el recuerdo, una cita cofrade y no cofrade, ya que miles de malagueños y turistas se toparon de sopetón con el trono (como unas japonesas buscando un hotel con un justificante de booking escrito en su idioma, a las que conducimos hasta Alarcón Luján, mientras miraban de reojo qué era aquéllo que bajaba por calle Larios). Un 8 de octubre que quedará en la retima, demostrando que la Expiración necesita procesionar a horas más “decentes”, y sobre todo con la antítesis de cómo el negativo “anda anda” de la mañana, se convirtió en una magnífica noticia que nos dieron dos amigos en la Plaza de Arriola junto a la Virgen de los Dolores. Enhorabuena. Anda, anda, qué alegría.
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