Qué mejor lugar para cobijar las oraciones y peticiones de un barrio, que una capilla en una plaza con nombre angelical. Aquí, en el barrio de Miraflores se venera desde el pasado Jueves Santo la última efigie del escutor malacitano Juan Manuel Garcia Palomo, el Stmo. Cristo de Llagas y Columna, recuperándose una añeja tradición que se perdió en los tristes sucesos de 1931.
Los más rancios critican el surgimiento de nuevas semillas cofrades en los barrios de la ciudad. Su mente no da más allá del Perchel, la Trinidad, Capuchinos o la Victoria ¿Por qué hay que ponerles puertas al campo? La ciudad crece y con ella una de las más bellas tradiciones que tenemos. Los primeros años se utiliza una situación jurídica intermedia, como es la de Asociación, para luego con el tiempo evolucionar a cofradía. Este modelo ha tenido gran éxito en caso de hermandades ya aprobadas como Humildad y Paciencia o Mediadora.
Lo que está claro que en pleno siglo XXI en una sociedad laica y agresiva contra todo lo que huela a incienso, surgen nuevas propuestas de culto, pese a quien le pese incluído algún párroco incrédulo. Personalmente creo que es la Providencia, que tiene unos hilos muy sutiles que nos mueven a todos los creyentes y a los que dicen no serlo. El presente se da la mano con el pasado con este Cristo de Llagas y Columna. La Iglesia de Santiago se traslada en el tiempo y el espacio a lo que otrora fueron huertas y hoy en día es uno de los barrios más populosos y vivos de la ciudad. Los niños asombrados al pasar junto a la capilla verán a Jesús arrodillando y amarrado a la columna, como vertebración de la Redención humana.
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