miércoles, 15 de julio de 2015

Artículo del 7 de julio de 2011. Alusiones cerámicas malagueñas en la Villa y Corte.

Saliendo por Despeñaperros, la vorágine cerámica devocional que inunda cada rincón de Andalucía, se va difuminando de manera irremediable.  La genialidad de usar el azulejo como soporte para expandir devociones es una creación sevillana que ha calado en todo el sur español, pero que se convierte en excepción en el resto de la península, pese a existir importantes focos productivos en el Levante o Castilla la Mancha.
En el caso de la ciudad de Madrid, llaman la atención dos aportaciones que casi se convierte en identidad:  una, la existencia de azulejería publicitaria y paisajística que suele decorar restaurantes, tabernas e incluso otro tipo de negocios, como peluquerías, farmacias, etc. bien en la zona antigua como en barrios de expansión; y por otro lado, se ha convertido casi en un referente de obligado estudio el muestrario de placas de calles en base a mosaicos, casi todas ellas fruto del taller de Alfredo Ruiz de Luna, en Madrid, siendo un modelo que podría tomarse en otras muchas ciudades, tanto por su bajo coste como por la repercusión estética y hasta históricista tanto para propios como para turistas, que se quedan en muchas ocasiones absortos con semejantes obras de arte en cada rincón de la ciudad.
Una de estas placas, y entramos en la materia de este artículo, es el mosaico que denomina a la calle Victoria de Madrid.  Esta vía céntrica fluye en la conocidísima Puerta del Sol, y para la realización de las placas del nomenclátor, nos comenta Alfonso Ruiz de Luna que dispuso de una fotografía que le proporcionó su prima malagueña Amparo Ruiz de Luna, de ahí que en pleno centro de Madrid aparezca la Patrona de Málaga, Santa María de la Victoria, denominando a la calle Victoria, vía que recibe su nombre del derruído Monasterio de la Victoria, donde reza otra placa que tuvo su taller calcográfico el grabador Fray Matias de Irala, entre los siglos XVII y XVIII.
Desde la Puerta del Sol, y tras dejar un recuerdo gráfico nada indignado en un muro de mensaje indignados (valga la expresión) continuamos hacia el barrio de las letras, donde nos sorprende una maravilla en azulejos del primer tercio del pasado siglo.
Casi de sopetón, en la Plaza Santa Ana nº 15, nos topamos con una fachada colmada de mosaicos que sirve de decoración y carta de presentación al tablao Villa-Rosa.  Este local rezuma historia y casticismo por todas sus paredes, las cuales casi no tienen un espacio libre para tanto azulejo, bien en el interior como en el exterior.  Entre los paisajes andaluces destaca la Plaza de España de Sevilla, el Puente Romano de Córdoba,  la Alhambra de Granada,  vistas madrileñas de Cibeles y el Retiro, y el caso que nos ocupa, que es una original estampa de Málaga tomada desde el Monte Sancha.
Estas maravillas vienen firmadas por el ceramista sevillano (Montellano) D. Alfonso Romero Mesa (1882-1940), siendo realizadas en su taller madrileño de la calle Mayor en 1928.
La escena malagueña obvia el tópico de la postal de Gibralfaro y se aleja más a levante, en concreto al Monte Sancha, siendo una perspectiva poco trabajada en el mundo pictórico local.
La ciudad aparece idealizada, como un vergel que nos recibe con un arco vegetal de árboles y flores en una Primavera de plena efervescencia, pareciendo que las flores trepan como si se tratara de yedra por el tronco de la palmera.  Desde ahí, descendemos por un camino de tierra, topándonos en el trayecto con dos mansiones de cierto aire inglés que hablan del espiritu cosmopolita de la Capital de la Costa del Sol.   La perspectiva parece algo forzada, pero la mirada se dirige de inmediato al horizonte en el que el artista calca el inimitable color del perfil de las montañas, pero tal vez se excede en la continuación del contorno hacia Torremolinos.
La ciudad residencial se convierte en industrial al fondo del paisaje, con un perfil de chimeneas, echándose de menos la presencia de campanarios y un imaginado barrio de la Malagueta que culmina en la Farola, con aires de la línea de casas del actual Muelle Heredia.
Sin duda, tenemos que felicitarnos por el buen estado de conservación de estos paisajes cerámicos, teniendo en cuenta las vicisitudes acaecidas durante estos 83 años, los cambios de propiedad del negocio y la moda grafitera, más prolija aún en el centro de Madrid.
Han tenido que pasar tres cuartos de siglo para que de nuevo Málaga tenga protagonismo cerámico en la capital, y en este caso tomamos la línea amarilla del metro y nos dirigimos hacia la parada del Hospital 12 de Octubre.  Nada más salir por la boca del tren estamos en la Rotonda de Málaga, un amplio nudo de conexión de tráfico rodado del sur de la ciudad, donde desde 2003 un mural cerámico nos anuncia el topónimo malagueño de esta Plaza. 
Estamos ante un edículo a una sola cara, pensado más para los conductores que para los paseantes, víctima de algún grafiti que ha sido retirado con regular acierto, y que ha cambiado de ubicación por motivo de obras viarias. El trabajo de 150 azulejos se debe a Pablo Romero, como lo atestigua la firma en el margen inferior derecho.
Como anécdota, de nuevo el Paseo de Sancha como protagonista. En el caso segundo, en el texto indicativo del lugar de la panorámica, y en este caso,  indicando el domicilio del taller del ceramista.
Pablo nos soprende con un mosaico que se sale de su estilo habitual, tanto en los grafismos (intencionadamente grandes y visibles) como en la ausencia de orla y el estilo menos detallista.  Sobre fondo blanco, la mitad del mural incluye el nombre de la Glorieta con letras azules de fácil lectura en la distancia, y ese mismo color sirve para crear una guardilla que no llega a completarse por la parte inferior.
El Mediterráneo es protagonista en la base del dibujo, donde se refleja la farola (de nuevo como en el mosaico nº 2) así como un velamen rojo que rompe con la línea ocre de los edificios.
La propuesta de monumentos incluye a la Catedral en un segundo plano, siendo visible sólo sus torres, incluida la inacabada; el Palacio de la Aduana con su bosque de palmeras; la Plaza de la Merced con la fachada de las Casas de Campos y el cenotafio de Torrijos; la Alcazaba y la Plaza de Toros.  En todos ellos, muchas ventanas que aluden a los habitantes que aunque no aparezcan en los mosaicos, están presentes simbólicamente. 
Sin duda, un interesante glosario turístico de Málaga, con un complicado equilibrio de las perspectivas y una separación a modo de cascada vegetal de las distintas estampas.
Otros dos guiños locales en este puzle son la matrícula de la jábega MA y el inconfundible perfil del que parece Monte de San Antón.
En resumen, Málaga por partida triple en la cerámica madrileña en obras de tres artistas muy dispares y en un periodo de tiempo de casi un siglo. Por un lado, la Patrona; y por otro dos paisajes uno genérico y otro como “collage” que nos hablan de una ciudad entre el mar y la montaña.
A todo malagueño que vaya a Madrid  (y me consta que con la JMJ van a ser unos miles) les invito a que conozcan estas tres piezas, que nos hacen sentir propios en la acogedora Madrid.
Jose Manuel Leiva.

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