En su portada disfrutamos de un despliegue geométrico de mampostería simulada, tan peculiar en la Málaga decimonónica, todo ello matizado por una contundente portada en piedra, coronada por la imagen de San Julián.
En la última restauración del templo, la Junta de Andalucía exigió la retirada de un espectacular retablo cerámico, ya que según los técnicos no iba en consonancia con la esencia del edificio, hecho que va en contra de centenares de propuestas similares en toda Andalucía, pero que acatamos como aquello del pulpo, animal de compañía.
Por tanto el vacío es parte de la esencia de la fachada, un vacío geométrico que incide en la grandeza del cubo geométrico que configura la única nave del lugar sagrado. Este vacío se hace más notorio con la ausencia de coches aparcados al ser una vía peatonal, y se convierte en un simulado damasco al paso de los cortejos procesionales, quizá en una de las estampas más bellas que puede ofrecer Málaga en sus cultos externos. A las pruebas me remito.
Hasta aquí, todo maravilloso, dentro de lo que cabe, pero ahora os comparto una fotografía que me envía un buen amigo de esta misma mañana.
Es comprensible que haya que ayudar al comercio local en la situación actual en especial con el espacio que ocupan las terrazas, pero está claro que este ayuntamiento tiene una tendencia natural a una ocupación obscena de la vía pública, (antes, durante y después de la crisis) y en este caso prostituye la esencia de la fachada con la colocación de mesas y sillas ikea de un bar próximo. Barra libre para las tropelías como esta.
Si hubo que respetar la decisión de la Junta de quitar el mural cerámico, ¿por qué ahora tenemos que tragarnos semejante esperpento? Pensemos que Málaga tiene que reinventarse turísticamente para un producto nacional que buscará gastronomía, buen tiempo y cultura, y todas deben convivir. Aquí se está haciendo un flaco favor a este referente cultural que tanto es el edificio como el espacio que respira alrededor de él.
Semejantes tropelías ya las padece la plaza de San Francisco, cómo no Ibn Gabiron sitiado por el todopoderoso Pimpi (cualquier le tose al concejal de turno), donde el filósofo judío padece una simbiosis con los camareros que transprotan la fritanga, o la propia portada del Mercado de Atarazanas. Este es un ejemplo más.
Esperemos que sepan rectificar, ya que es de sabios, y sigamos disfrutando de este espacio, esta pequeña explanada que invita a entrar en uno de los antiguos hospitales más bellos de Málaga, un reclamo turístico de primer orden. No seamos catetos, un poco de nivel, concejales de turno, por favor.
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