Sentado hace unas semanas en la
parroquia del Corpus Christi frente al trono varado de la Virgen del Carmen de Pedregalejo, observaba cómo los
cofrades marengos han afrontado con buena cara y mejor actitud este reto de la
pandemia, y lo mismo se podría decir del resto de cármenes locales: Guardias
de seguridad, control de aparcamientos, toma de temperatura a la entrada,
hidrogel, toallitas, recordatorio del uso de mascarillas, indicaciones de ruta
a seguir en el interior del templo, distancia de seguridad, fondo musical,
pantallas de videos con la procesión de otros años, control y seguimiento de
voluntarios, y un largo etcétera, que quizá sea algo parecido a lo que
viviremos en la Cuaresma y Semana Santa de 2021.
No es por ser agoreros pero
pintan bastos para el año próximo. Hasta que no se descubra, patente, fabrique,
comercialice y distribuya masivamente una vacuna fiable, y parece que no será
en unas pocas semanas ni meses, hay una
serie de realidades de proyección en la vía pública, como manifestaciones,
concentraciones, pruebas deportivas populares o procesiones de pasión o gloria,
que quedan condenadas al ostracismo. Parece
que nadie quiere ponerle el cascabel al gato, nadie quiere dar malas
noticias, pero para qué vamos a engañarnos,
ya que seguramente no podrá haber
procesiones con libre acceso de personas en algún tiempo, quizá uno o dos años
(aunque me gustaría equivocarme).
El goteo de las cancelaciones
avanza lento pero inexorable. Ahora toca el septiembre de las Patronas y Glorias,
o el otoño de los Rosarios múltiples, hasta llegar a diciembre con el sonido de
campanilleros de la virgen de los Remedios, subiendo calle Larios, que tampoco
este año vivirá el masificado espectáculo musical de las luces pontanesas.
Insisto, pintan bastos, y de
nuevo me repito en lo de que la crisis es una oportunidad. La Agrupación de
Cofradías se enfrenta a un reto histórico en este Centenario, en el que sólo podrá realizar eventos seguros
y con menos proyección, y obviamente con mucho menos presupuesto. No vale dejar
pasar el tiempo, ya que lo inexorable y evidente se ve venir. Los hechos y la
Providencia aconsejan que no haya procesión extraordinaria, ni fastos suntuosos
(palabra tan agrupacionista en las década de los 20, porque la de los 30 nos la
robaron) y quizá todo quede en cultos extraordinarios, conferencias, mesas
redondas, y alguna que otra publicación o exposición más o menos controlada.
Por otro lado este nuevo
escenario, estos posibles planes B ó C, deben estar claros en este último
trimestre. La inexistencia de procesiones a la manera habitual influye
sobremanera en los balances de ingresos y gastos. Las entradas dinerarias van a
ser mucho menores en las arcas cofrades, y asimismo, los gastos pueden
depurarse, con grandes perjudicados si no hay cortejos, como músicos, cerería y
floristería, sastrería, imprentas, y artesanías en general.
El caso de las glorias o las hermandades o grupos de vísperas es distinto porque están acostumbradas a vivir en una continua crisis.
En Málaga, a diferencia de otras capitales hermanas el reparto de beneficios
por la venta de localidades, la mal
llamada subvención, no da opción alguna a las corporaciones que no transitan ante las sillas de pago. De ahí que los presupuestos se basen en esa realidad. Pero además,
la crisis afecta más duramente porque no ha habido o habrá ferias, cruces de
mayo, barras de final de curso, excursiones, verbenas, veladillas, festivales, etc.,
e incluso se vaticina una menor venta de loterías u otros sorteos y lo mismo
puede ocurrir en la recaudación por cuotas de hermanos.
En el
caso de las agrupadas, no contar con un fijo por pasar por la sillas de unos 20
mil euros anuales, o 40 mil en un bienio, puede suponer una tremenda sangría
que podría afectar en algunos casos al pago de las hipotecas de las casas
hermandad, que quizá haya que renegociar con los bancos, como le ha pasado a
miles de familias, autónomos o empresarios motivado por el confinamiento. No
sería extraño leer la noticia de que una hermandad se declare en quiebra o
presente concurso de acreedores. El mundo cofrade como entidad viva que es, y fiel
reflejo de la sociedad, no queda exento de ello y es un escenario más que
posible, tanto en capitales de provincia como en formatos más pequeños, en
miles de pueblos donde parte de la nómina de hermanos reside en capitales y retorna
por unos días.
Ahora, más que nunca, puede
comprenderse esa crítica de la burbuja inmobiliaria de las casas hermandad y cómo
a veces la cesión municipal de unos terreros para construir una faraónica sede puede ser un regalo
envenenado y fuera de la realidad para un colectivo fluctuante de no más de 800
o 1.000 personas y al que le puede fallar su principal fuente de financiación,
como por desgracia puede suceder.
¿Y qué podemos hacer los cofrades
ante este panorama?
Ante todo, no caer en el
pesimismo ni en las lamentaciones, y menos aún, dejarlo todo para última hora,
para febrero. Hay que ser consecuentes y valientes y tomar una decisión a los
sumo en octubre o noviembre. No se pueden cobrar unos abonos de sillas o unos
puestos de salida con esta incertidumbre. Subir la cuota de hermano de una
manera significativa tampoco creo que sea la solución en momentos de crisis.
Considero que hay que reducir
gastos al mínimo, y ofrecer para 2021 a los hermanos, cofrades, malagueños en
general y turistas (los que vengan) un producto
cofrade de referencia innovador, seguro, asequible y original.
Esos planes B ó C pasan por
varias realidades que sirvan para que no crezca la desafectación o la desidia
tan propia del malagueño con las cuestiones autóctonas. La Semana Santa sin procesiones del 2021
podría ser la de una exposición histórica de todos los tronos en las
casas-hermandad, parroquias u otros espacios habilitados. El centenar de tronos
de cristos y vírgenes (agrupados o no) podrían quedar expuesto para su
veneración y visita por propios y extraños en un amplísimo horario en una ruta
por toda la ciudad, de este a oeste y de norte a sur, algo así como un
besamanos o besapiés magno, modelo que seguro se toma en cuenta en muchas
localidades. Claro está ello hay que coordinarlo con los cultos habituales de
los templos y con las lógicas medidas de control y seguridad. Sin duda todo un
reto que pueda asimilar la visita de decenas o centenares de miles de personas
sin que se produzcan insufribles colas.
En esta muestra, la Catedral
cumpliría un papel central, así como en los posibles cultos internos con
imágenes portadas en andas (como ya se ha verificado con la celebración del
Corpus Christi), con control de aforo de público sentado, en templos espaciosos
como Santo Domingo, San José Obrero, la Trinidad, San Pablo, el Corpus, el Carmen, etc. y otros en los que sea posible
por sus dimensiones, y lógicamente todo ello con la debida proyección
exponencial a través de los medios de comunicación.
Por tanto existen planes B, que
no serían premios de consolación sino un nuevo enfoque ante una realidad tozuda
que aleja los titulares del gran público, pero que proporciona opciones de una
nueva dimensión del fenómeno cofrade, enfocado en especial a los más jóvenes
ante las interrogaciones que puede provocar en años venideros.
Otro escenario sería aquel
deseado de una situación mejorada o de una vacuna recién implantada o en
proceso que pudiese permitir, si lo dictaminase la autoridad competente, la
opción de procesiones con una serie de requisitos concretos. En este formato
entraría en cuenta la valoración de las hermandades si deciden salir y correr el riesgo o si optan por la
prudencia de quedarse en los templos. Sería algo parecido a un día nublado con
predicciones más o menos variables de lluvia. En este modelo las vísperas
tienen más libertad de acción que el conjunto de agrupadas que tomarían una
decisión seguramente colegiada.
Cuestión aparte es el de la zona
oficial, de la que tanto hemos hablado por activa y pasiva, en la que la
aplicación de una posible distancia de seguridad entre los abonados, la hace
inviable en un recorrido de múltiples curvas. Eso sí, en esta casuística Málaga
cuenta con una nueva variable: la línea recta que va desde la Fuente de las
Tres Gracias a la Rotonda del Marqués de Larios, gran espacio en amplitud que
sí daría más juego en este futurible.
Los cofrades no podemos ser
marionetas de políticos mediocres que nos consideran un reclamo turístico. Toca
ser determinantes y actuar con valentía, siempre en coordinación con Palacio, y
dejar bien claro que no pasa nada si no procesionamos algún año más por
nuestras calles y plazas. Eso mismo se vivió en el primer lustro de la década
de los 30, aunque el contexto difiere en muchos parámetros.
Todos a una, los cofrades de Pasión (agrupados o no) y
los de Gloria debemos ir de la mano en este reto. Somos un pilar vertebrador de
la ciudad, somos 5 siglos de historia y un siglo agrupados, y ningún virus va a
poder con nuestro bosque de capirotes. En homenaje a los fundadores de la
Agrupación en 1921 debemos dar lo mejor de nosotros, debemos estar a la altura
en nuestra triple encomienda evangélica de culto, formación y labor social. Ahora toca reinventar el culto y echar el
resto en la ayuda caritativa. Es tiempo de valientes y audaces. Oído campana
que comienza el tirón más difícil, la doble curva del virus que todos vamos a
derrotar metiendo el hombro cuesta arriba. No vale tangarse.