Una vez más, esta proeza hace reflexionar sobre el esfuerzo sobrehumano de los músicos cofrades malagueños, hombres y mujeres de distintas edades, de distintas clases sociales, en distintas formaciones con variados estilos, gracias a los cuales disfrutamos de la banda sonora de nuestros sentimientos cofrades.
¿Para cuando el monumento o el mural cerámico al músico cofrade malagueño? Quizá el polifacético Miguel Gálvez se atrevería a diseñarnos algo.
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