Algunos sacerdotes no interpretan correctamente el espíritu del Concilio Vaticano II. Del minimalismo al ridículo hay una línea muy delgada.
También
el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de
ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos
sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel
admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los
siglos pasados. Canon 123 de la Sacrosanctum Santorum.
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