Funcional, moderno, galáctico, comercial, marinero, franquiciado, pictórico, gastronónico, museístico, Decena de adjetivos se pueden aplicar a este nuevo espacio de la ciudad, de visita obligada para los forasteros. Casi nadie se acuerda ya del desaparecido edificio del silo, ante tamaño ejercicio de diseño metálico, a modo de olas del mar que genera una sombra caprichosa. A partir del pasado domingo se unen los adjetivos de cofrade, carmelita y teresiano, ya que por primera vez transitó por semejante espacio una comitiva procesional, con el añadido histórico del medio milenio del nacimiento de Santa Teresa. Los sonidos de ecos de ensayos de bandas en el parque se convirtieron en realidad sonora en primera línea de mar. Los turistas no salían de su asombro. Esa sí que fue la sorpresa del palmeral.
La capilla del puerto por una vez acogió una imagen sagrada y recuperó su sentido inicial, aunque cambiada de posición, y de nuevo hace pensar qué de beneficios tendría un culto organizado en dicho espacio, recuperando la propia historia de la ciudad que mira al mar y se acogía al patronazgo de la divinidad ante los peligros de la inmensidad. Ahí queda la sugerencia.
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