ARTÍCULO PARA LA REVISTA CALIZ DE PAZ, PUBLICADO EN 2010, PAG. 93-100.
Por Jose Manuel Leiva
Pérez
A
la memoria del que fue gran hermano mayor de Fusionadas, D. Marcelino Aguilar
Damián (q.e.p.d.)
No todo se ha perdido.
Que, si el fuego destruyó cuanto encontró a su paso, nos queda algo grande e
indeleble: la fe y la esperanza en Dios Nuestro Señor que, de seguro, no dejará
de su mano a vuestra cofradía. Sabed que
el Mayor Dolor de Nuestra Señora es ahora nuestro mayor dolor, que nuestras
lágrimas de hoy son las lágrimas de María, de la que, una vez más, imploramos
sus favores, y sabed, también, que Málaga cree en vosotros, que en esta hora
difícil, quiere estar a vuestro lado igual que se aprietan los claveles a los
pies del Crucificado de la Exaltación.
Extracto de
una Carta al Director en Diario SUR de 24 de julio de 1980, firmada por el
cofrade Rafael de las Peñas Díaz.
1.- ANIVERSARIO DE UNA
TRAGEDIA
En el verano de 2010 se cumplirán tres décadas de aquella fatídica madrugada del
lunes 21 de julio de 1980, cuando un pavoroso incendio destruyó la capilla del
Cristo de la Exaltación, en la malagueña parroquia de San Juan.
Las Reales Cofradías
Fusionadas perdieron las imágenes titulares de Ntra. Sra. del Mayor Dolor de la
Santa Vera+Cruz, San Juan Evangelista, María Santísima de Lágrimas y Favores,
el Stmo. Cristo de la Exaltación y Santa Lucía.
A tan lamentables faltas hay que añadir la destrucción de la propia
capilla, que había sido recientemente remozada, y en la que destacaba un
cupulín rococó, el remate del antiguo retablo donde existía un medallón con una
interesante pintura que la pátina del tiempo hacía confundir entre un Corazón
de Jesús o una Virgen María, además de dos altorrelieves con escenas del
antiguo testamento: una con el Sacrificio
de Isaac y el otra con la Expedición
de la Tierra de Canaán. Por fortuna, en aquel suceso no hubo desgracias
personales ni las otras hermandades del templo fueron afectadas.
Consideraciones devocionales aparte, la calidad artística de la
imaginería calcinada era diversa, ya que oscilaba entre el gran valor de la
talla de San Juan Evangelista y la propuesta seriada en escayola de Santa Lucía,
que estaba allí depositada por la ONCE. La efigie del discípulo amado,
atribuido con fundamento a Fernando Ortiz y cuya cabeza se había salvado de los
sucesos de 1931, era de gran hermosura de rasgos y reflejaba la idealización de
un prototipo masculino sin afeminamiento ni afectaciones, con una soberbia
policromía en tonos cromáticos cálidos. El Cristo de la Exaltación fue una
reconstrucción de mediana calidad del
escultor Pedro Moreira a partir, también de una cabeza original del primer cuarto del XVIII, y las dos tallas
marianas quemadas eran fruto de la evolución de imágenes sedentes transformadas
en erguidas para poder ser procesionadas, y que conservaban parte de las
características propias de la escuela malagueña de centurias anteriores.
Los otros tres titulares de la cofradía se encontraban alejados de
la zona del fuego, ya que tanto Ánimas de Ciego como Azotes y Columna estaban
ubicados en un espacio provisional bajo el coro del templo junto a la entonces
puerta tapiada, y por otro lado, el Cristo de la Vera+Cruz se libró providencialmente
de las llamas porque por aquel entonces permanecía guardado y hecho trozos en
un arcón de madera hasta su posterior recomposición y restauración una década
después.
2.- EL CONTEXTO
HISTÓRICO
Los primeros años de la transición política española fueron una
época convulsa desde muchos puntos de vista, incluida la perspectiva de las hermandades
y cofradías que, en parte, reflejaban aquella realidad social. Fue un periodo
muy participativo y reivindicativo, con un despertar del mundo político,
sindical y del asociacionismo, todo ello
enmarcado dentro del ámbito de la renovada identidad andaluza, con el cercano
recuerdo en diciembre de 1977 del asesinato del joven malagueño José Manuel García
Caparrós.
En la prensa de la época se
refleja cómo cada grupo intentaba definir un espacio propio, darse a conocer a
la ciudadanía y captar afinidades, a veces de una manera forzada, con ciertas
actitudes que treinta años después nos parecerían pintorescas. No faltaban tumultos en el mundo
universitario, como los clásicos enfrentamientos
entre Fuerza Nueva y la Joven Guardia Roja.
La juventud desembarcó también en el mundo cofrade, tanto en las
hermandades clásicas como en las que iban reorganizándose, y así se produjo una
creativa mezcla de ilusión, nueva
ideas, deseos de renovación, búsqueda de
autenticidad y alguna que otra improvisación, todo ello enmarcado, en algunos
casos, por una flagrante falta de
recursos económicos
Los cofrades de la transición buscaron y encontraron un espacio
propio en la sociedad del momento. Evitaron
los fantasmas del pasado y no renunciaron
a su esencia de ser Iglesia y religiosidad popular, en una recién
estrenada democracia; siempre con la
proyección externa y la repercusión de las hermandades, especialmente en Semana
Santa, comenzando a desarrollarse el aspecto cultural y social de una manera
más notoria.
Así era el caso de
Fusionadas, que en 1980 apuesta por volver a dar culto externo al Crucificado
de la Exaltación, tras casi medio siglo
sin hacerlo. La puesta en escena fue tan
ilusionante como mejorable vista con el paso del tiempo, con un cajón a modo de trono realizado
mediante un cajillo liso de chapón barnizado en caoba, con apliques dorados del
antiguo trono de la entonces denominada Virgen de la Concepción Dolorosa y unos
varales de la cofradía del Sepulcro. Sobre esta andas iba un grupo escultórico
incompleto en el que llamaba poderosamente la atención la falta de uno de los
sayones que debería elevar el madero, y que fue sustituido por un simbólico
centro de gladiolos. Además, las manos de uno de estos figurantes fueron
prestadas para la ocasión por la hermandad
de la Cena de Sevilla por no poder acabarlas el escultor Dubé de Luque a tiempo.
Tres eran las corporaciones que por entonces residían en San Juan,
todas ellas con características muy distintas, ya que frente a la renovación y
juventud fusionada, aparecían los nuevos aires formales y estéticos de Dolores
de San Juan, que asimismo contrastaban con la oficialidad de la Puente y la
Paloma. Además de la presencia cofrade,
en el templo existían otros grupos y actividades como la Adoración Nocturna en
sus distintos turnos, además de una feligresía diversas que ya comenzaba a
padecer el despoblamiento de la zona centro. También, y de manera puntual, tuvo
gran repercusión mediática la celebración de diversos actos relacionadas con la
extrema derecha política del momento, con misas por aniversarios concretos,
como el del 18 de julio por el Glorioso Alzamiento Nacional u otras
similares. San Juan estaba señalada
en ciertos círculos locales por este aspecto, debido a que el párroco acogía de
buena gana estas iniciativas político-religiosas y algunas de las homilías
tenían un claro sesgo político.
3.- PESADILLA DE UNA
NOCHE DE VERANO
El fin de semana del 19 y 20 de julio de 1980, media España estaba pendiente del inicio de
los polémicos Juegos Olímpicos de Moscú.
En Málaga, con un terral sofocante, la Virgen del Carmen del Perchel
volvía a bendecir un año más las aguas de la bahía. Ese sábado coincidió con la
celebración en el recinto Eduardo Ocón de una verbena benéfica, promovido por
la Comisión de la Exaltación de Fusionadas, para recaudar fondos para sus
exiguas arcas.
El turno 20 de Adoración Nocturna Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos, como todos los vigésimos días
de mes, estaba convocado en el templo pasada la medianoche. Habitualmente se
encendía la capilla, tanto la luz eléctrica como la cera, y se pasaba a los
salones parroquiales para oír una charla, previa a la Adoración, por parte del
sacerdote. Los asistentes aquella fatídica noche fueron: Marcelino Aguilar,
Manuel Requena, Manuel Martín, Rafael Palomo, Ignacio García, Juan Delgado,
Agustín Escalera, Antonio Bravo y Antonio Domínguez, éste último, secretario
por entonces de la hermandad, y que fue la primera persona que, en el silencio
de la noche, advirtió al salir de la sacristía, el crepitar y el resplandor del
fuego, con unas llamaradas que salían de la capilla del Cristo de la Exaltación,
cuando se disponía a llevar los vasos sagrados a la misma. Así, de inmediato
dio el aviso de fuego al resto de compañeros.
Los minutos siguientes parecieron eternos y aterradores, al ser
una mezcla de confusión y temor, unido a la impotencia de no poder hacer nada
ya que las telas y maderas de la capilla fueron un auténtico caldo de cultivo
para el fuego, que poco a poco fue rodeando y consumiendo todas las imágenes,
siendo la última en prender la Virgen de Lágrimas y Favores, que se encontraba
en el lateral izquierdo de la capilla, pero fue del todo imposible salvarla,
por la virulencia del incendio.
El párroco llamó a los bomberos desde el teléfono de la sacristía,
que de manera rauda acudieron con 4 vehículos. A esas horas apenas había
tráfico rodado, pero pese a la cercanía hubo que dar un pequeño rodeo para
acceder a San Juan desde la Alameda. Al mando de aquel equipo estaba el Cabo
Sargento Eusebio Pérez. Como curiosidad, dos de los participantes en la
extinción de las llamas son cofrade del Cautivo: Antonio Castillo y Ricardo
García, quizá en una intervención sumamente triste para ellos, por comprobar
como una cofradía hermana perdía parte de su patrimonio más querido,
aunque hubo que felicitarse por la
ausencia de desgracias personales, pese a que algún bombero peligró en su
integridad al desplomarse la cúpula de la capilla, además de tener que
desalojar a algunos vecinos del Postigo de San Juan.
En el archivo de bomberos figura el parte de incidencias de
aquella noche, un sencillo documento que refleja aquella intervención de unos
interminables minutos, que hubo que repetirse a la mañana siguiente para
verificar el estado de la zona y enfriar las vigas.
Las primeras luces de la mañana certificaron el desastre con el
impresionante simbolismo de Jesucristo calcinado en la Cruz, único resto
identificable sobre una montaña de escombros, como si se tratase de un morboso
Calvario. Poco a poco fue congregándose
gente en un inundado San Juan, ya que se habían vertido miles de litros de agua
para sofocar las llamas, en una mezcla de nervios, lágrimas, solidaridad y
consuelo mutuo.
4.- LA NOTICIA EN PRENSA
Por aquél entonces, dos eran los diarios locales: Sur y Sol de
España. Los lunes no tenían edición ya que era el turno de la Hoja del Lunes. El martes
22 de julio, la portada del rotativo de Martiricos, dirigido entonces por
Francisco Sanz, anunciaba varias
noticias políticas, la presentación del
C.D. Málaga, y el incendio de San Juan con una impresionante foto de Salas y el
escueto titular La Capilla de la
Exaltación destruida por un incendio. En página de sucesos detallaba el caso
en una crónica sin firma que insiste en la gran pérdida artística y las
muestras de apoyo.
Por su parte el
desaparecido Sol de España de aquel martes, dirigido por Rafael de Loma, traía a su
portada el fuego por partida doble, ya que a la noticia de San Juan, con
el ambiguo titular Destruidas las imágenes de las Cofradías Fusionadas se le unía otra
reseña de un incendio en los montes de Marbella y Ojén. En la crónica de Laura
Smith, con fotos de Enrique, llama la atención cómo un conmovido hermano mayor,
Marcelino Aguilar, agradece el primer donativo de 100 pesetas, que piensa
enmarcar como símbolo del apoyo de los malagueños. Además, los dos periódicos insisten en dos
posibles causas del fuego: un cortocircuito o un accidente con una vela. Se comenta que por aquel entonces vivían
algunos gatos en el templo, que a veces se cobijaban bajo las túnicas de
algunas imágenes, pudiendo ser responsables del accidente, tal vez por el
derribo fortuito de un candelabro encendido.
Algunas publicaciones han tratado esta cuestión en sucesivos años,
de manera más o menos directa. La recordada revista Guión de 1981, dirigida por Antonio Bueno, antecedente de la actual Saeta, incluye una
entrevista con el hermano mayor que hace memoria de los sucesos con cierta
perspectiva, ilusión y agradecimiento al pueblo de Málaga. Además, incide en
las causas oficiales con un enigmático
eso no está claro, ni nunca se sabrá.
5.- APOYO UNÁNIME
La reacción solidaria ante la tragedia fue
inmediata, algo habitual en este tipo de lances, más aún en una hermandad tan
humilde y querida, que incluso carecía de algún tipo de seguro. Ese mismo lunes
se celebró un cabildo a las 9 de la noche que nombró una Comisión Restauradora,
presidida por Manuel Cárdenas, que
prácticamente se reunió de manera diario durante todo el resto del verano.
Junto a las aportaciones económicas de toda índole, hay que
reseñar diversos ofrecimientos concretos, unos
a título particular y otros de manera corporativa, de mayor o menor
entidad, pero siempre como una muestra de apoyo. Así es de justicia recordar,
entre otros muchos a:
1.
La de la Agrupación de
Cofradías que sufragó la realización del nuevo Crucificado de la Exaltación.
Para ello, se creó una comisión formada por notables cofrades del momento, como
Francisco Toledo, Francisco Hermoso y el matrimonio Gómez Raggio-Carrera, que presionaron para que el autor escogido
fuese Álvarez Duarte, hecho que tropezó con las preferencias de Fusionadas que
apostó por Francisco Buiza. Es curioso cómo
no se planteó en ningún momento la opción de Dubé de Luque pese a estar
realizando el grupo escultórico, ya que era considerado un escultor más mariano.
La cantidad finalmente donada fue de 550.000 pesetas (15.000 por cada
hermandad).
2.
El propio escultor Antonio Dubé junto a un cofrade
malagueño que quiso quedar en el anonimato, que donaron la nueva Virgen del Mayor Dolor.
3.
La hermandad de las Angustias
del Descendimiento, presidida por Cristóbal Moreno, aún con sede en San Felipe
y sin agrupar, que organizó una cuestación callejera con la instalación de
distintas mesas por la ciudad.
4.
Diversas hermandades de
Gloria de la ciudad.
5.
Agustín Clavijo, por entonces
Director del Museo Diocesano de Arte Sacro, que ofreció una Dolorosa de su
propiedad atribuida a Fernando Ortiz, y que el propio SUR del martes 22 de
julio se adelanta a vaticinar erróneamente que sin duda será procesionada el próxima año.
6.
El ceramista Juan Ruiz de
Luna, que ofreció un nuevo retablo de
azulejería para la capilla, vinculado a la hermandad por pertenecer a ella dos
de sus nietos.
7.
Francisco Peralto que publicó un pequeño libro
con el título de Corona Poética para un
Cristo Quemado, cuyos beneficios fueron para la hermandad.
8.
El Gobernador Civil de
Málaga, D. José Estévez Méndez que medió ante tres ministerios para conseguir
diversas subvenciones para la restauración de la capilla.
9.
La Constructora Yergo, Familia
González Muñoz, que desinteresadamente realizó las obras de reconstrucción de
la capilla, y así una sucesivamente, una lista de particulares y empresas
10.
Juan Casielles del Nido, que
rediseñó la capilla de la Exaltación, contando con la colaboración de su
discípulo Eloy Téllez Carrión.
Por desgracia,
tanto Juan Casielles, como Juan Ruiz de Luna fallecieron antes de la bendición
en 1982 de la capilla restaurada del Cristo de la Exaltación.
6.- LAS DUDAS SOBRE UN
POSIBLE ATENTADO
Aunque la prensa del momento transmitió desde el mismo día 22 de
julio una versión oficial de la causa de los hechos, de la que nadie discrepó
por lo menos públicamente, las circunstancias que rodearon aquel suceso dejan
entrever la posibilidad de que el incendio fuese intencionado. Así se
reflexiona en el Boletín Informativo de Fusionadas nº 56, de la Cuaresma de
2002, que junto a la opción del cortocircuito y la caída accidental de la vela,
analiza un tercer supuesto, eso sí, 22 años después del suceso:
Un incendio intencionado
provocado por algún grupo de extrema izquierda que arrojara desde la calle un
artefacto incendiario, como reacción ante la celebración en San Juan de actos
religiosos promovidos por grupos de ideología ultraconservadora. Esta teoría viene avalada por la existencia
previa de alguna amenaza telefónica al Párroco.
Aunque nunca habrá una certeza absoluta de las causas, hay varios
factores a tener en cuenta. Pese a ello, la versión oficial no era
descabellada, ya que distinto habría sido que la capilla hubiese estado apagada
o la iglesia cerrada y vacía. Por
fortuna, el hecho de la presencia del turno vigésimo de Adoración permitió dar
coartada a la versión oficial, y sobre todo sirvió para transmitir la alarma
con celeridad, ya que en caso contrario, tal vez podría haber ardido todo el
templo.
Además, la virulencia del fuego como si estuviese avivado; un
extraño olor como a disolvente o gasolina; la coexistencia del incendio y la
luz eléctrica en el templo, hecho que puede cuestionar el cortocircuito; y
sobre todo, los comentarios de algún vecino que oyó carreras hacia esa hora en
el exterior del templo pueden ser factores que inclinen la balanza hacia esta
opción, más aún cuando el suceso se produce justo después de la misa del
viernes 18 de julio en una capilla con acceso a la calle a través de una
cristalera sin rejas.
En este supuesto caso, no se hubiese buscado atentar contra una
hermandad específica, sino sobre la iglesia de la manera más rápida, como podía
haber sido el arrojar un aparato incendiario por la ventana más cercana a la
calle Cisneros, vía entonces de fácil acceso en coche, junto a un balcón con
apariencia de vivienda parroquial. Aún hoy en día ocurren actos cobardes de
similar calaña, aunque de una menor proporción, como son las pintadas que
suelen aparecer en algunos edificios religiosos, como aquella que hace pocos
años sentenciaba que La Iglesia que mejor
ilumina es la que arde.
Por otro lado, la actuación de bomberos no incluyó un informe de
las causas del siniestro, y asimismo no consta la existencia de denuncia o
investigación policial alguna, ya que no figura en los informes diarios al
Gobernador Civil de la Provincia.
Tampoco hay ninguna alusión en la prensa local, aunque sí en una carta
al director del día 6 de septiembre de 1980, en el ABC de Madrid, firmada
enigmáticamente por una feligresa de San
Juan, que dice:
… un suceso que puede
contar tal y como ha sucedido, cosa que no ha publicado ningún periódico y
revista. Se trata del incendio de la capilla de la Exaltación, en la parroquia
de San Juan en Málaga, en donde perecieron por las llamas valiosas imágenes del
siglo XVII y XVIII, además de la cúpula de gran valor arquitectónico. El Cristo
ha quedado totalmente calcinado, pero entero, ante el cual se postran,
entristecidos y con gran pena, los malagueños ante esta salvajada, pues el
fuego fortuito (esto ha publicado la prensa) no fue tal, sino provocado, para
castigar y advertir a esta parroquia que no celebre más misas por el 18 de
julio, ni por los Caídos, según carta en la iglesia recibida a raíz del
incendio, ocurrido dos días después del mencionado 18 de julio. Prescindiendo de todo sentimiento religioso,
el arte ha perdido obras irrepetibles, destruidas por los que se dicen estaban
oprimidos por la subcultura del régimen anterior.
7.- UN FUEGO RENOVADOR
Afirman veteranos cofrades fusionados que hubo un antes y un
después de aquella tragedia, y no sólo en esta Real Hermandad sino en el
general de las cofradías malacitanas y por extensión en la Iglesia Diocesana,
que superó con este mal trago la transición política, como meses después hizo
todo el país tras el fracaso de intento de golpe de estado de febrero de 1981.
Quizá una sabia mezcla de prudencia y miedo acalló a los más
exaltados, nunca mejor dicho, dejando que transcurriesen unos meses hasta la
bendición de la nueva Virgen del Mayor Dolor el 25 de octubre del mismo año. Colocar
al culto la Virgen que ofreció el recordado Agustín Clavijo podría haberse
interpretado por algunos como un signo de provocación o de fuerza, más al
contrario el luto se limitó a una misa presidida por los estandartes de los
titulares desaparecidos en el templo.
Eso sí, ese otoño se celebró un Rosario Vespertino extraordinario con la
nueva talla mariana, que rebasó la feligresía hasta llegar a los alrededores de
la Catedral, siendo la primera actuación en público de la recién creada Banda
de Cornetas y Tambores de Fusionadas.
Además, el Domingo de Ramos de 1981 el Rosario de la Aurora que
presidía la Virgen de Lágrimas y Favores fue realizado excepcionalmente por la
de Mayor Dolor, para así continuar con la tradición, que, además, tuvo que
retrasar su salida procesional al Jueves Santo, junto a Ánimas de Ciego y
Azotes y Columna, por motivos de
lluvia. Un año más tarde, se recuperó
todo el patrimonio iconográfico con la bendición de Exaltación, Lágrimas y
Favores y San Juan Evangelista, con un dispar resultado artístico, entre la
maestría, la repetición o la copia, según cada caso.
Los niños de Fusionadas obtuvieron su mayoría
de edad una triste noche de verano y su juventud quedó tapiada ladrillo a
ladrillo tras un muro, como las imágenes calcinadas. Francisco Peralto lo recordaba así en el
último poema de su simbólico librito.
Es muy dura la noche //
Ante la destrucción // Frente a esta muerte aparente //
Proyecto levantado con amor y esfuerzo //
Muestra concedida por la bondad de Dios
// Prueba de amor vacío de
palabras // No atreverse a tocar la calcinada forma // El
llanto de los ojos // La carcoma del fuego
// Los encajes y el hilo de oro // La basura que ahora es esto //
Mas es tiempo de gritar y decir cosas útiles // De
volver sobre los pasos apresurados
// De sembrar órdenes que se
cumplan // Trabajar y restaurar todo lo amado // Que
el joven Dios es como un mar // Y como un incendio también // Que
Cristo es el suma y sigue // La Vida que única preside.
BIBLIOGRAFÍA:
SÁNCHEZ LÓPEZ, J.A.: El Alma de la Madera, Cinco Siglos de Iconografía
y Escultura Procesional en Málaga, Ed. Real y Excma. Hdad. de Ntro. Padre Jesús
del Santo Suplicio, Stmo.Cristo de los Milagros y María Stma. de la Amargura
(Zamarrilla), Málaga 1996.
AGRADECIMIENTO:
Al buen cofrade y mejor
persona, D. Antonio Domínguez Ruiz, por todos los datos aportados para la
redacción de este artículo.
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