Si paseamos por la serpenteante calle Granada, nos encontramos con este desaguisado cerámico fruto de algún energúmeno, que seguramente nunca ha tenido un libro entre sus manos, al contrario que este sacerdote que simboliza a todos los que viven y trabajan en Málaga. Eso sí, sobre la base del azulejo se esboza una sonrisa ya que el mensaje continua, ahora con más fuerza, si cabe. Tal vez sea momento de que el Distrito Centro o los comerciantes de la zona, recuperen este pequeño mosaico y tras su restauración vuelva a ser un toque cultural y un guiño para las decenas de miles de turistas que ascienden por esta vía picassiana.
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